Médicos Sin Fronteras hace balance anual
de la crisis de Ébola y advierte de que la epidemia sigue fuera de control y de
una falta de respuesta eficaz y adaptada sobre el terreno. La lenta y escasa
respuesta al brote de Ébola durante al año 2014 ha puesto de manifiesto la
falta de voluntad política de los países con más recursos. Así lo ha
manifestado Médicos Sin Fronteras (MSF), organización médico-humanitaria que,
desde comienzos de año, advirtió de la severidad de una epidemia que a día de
hoy sigue fuera de control en África occidental.
MSF acudió a Guinea en marzo para actuar
contra el brote de esta fiebre hemorrágica que, por primera vez, surgía en
África occidental. El Ministerio de Salud cifró entonces en 59 las muertes a
causa de la enfermedad. Además, comenzó a realizar el seguimiento en países
vecinos: Sierra Leona y Liberia.
En abril, Médicos Sin Fronteras avisó de
que aquella era una crisis sin precedentes. Por varios motivos: era la primera
vez que afectaba a un país de aquella zona, se estaban dando casos
simultáneamente en diferentes lugares del país, y había llegado a ciudades muy
pobladas. La cepa del virus, además, resultó ser la Zaire, la más agresiva y
mortal. Y pronto comenzaron a reportarse casos en Sierra Leona y Liberia.
Para junio, enfermos de Ébola habían
sido identificados en 60 lugares diferentes de los tres países afectados. La
epidemia estaba fuera de control y Médicos Sin Fronteras era la única ONG que
facilitaba tratamiento a los enfermos. Para la organización resultó imposible
responder a la gran cantidad de nuevos casos y nuevos focos.
MSF construían nuevos centros de
tratamiento y facilitaba a los ministerios de salud material para apoyar la
construcción de otros, además de organizar programas de capacitación. La
organización, desbordada, reclamó ‘una movilización regional excepcional’ para
controlar la epidemia ya que las autoridades políticas, religiosas y los
líderes de la sociedad civil estaban fallando a la hora de reconocer la
magnitud de aquella crisis.
Era necesario un esfuerzo de la OMS y de
los países fronterizos y lejanos que pudiesen aportar y desplegar en la zona
los recursos necesarios acordes a la epidemia. La financiación era importante,
pero sobre todo eran necesarios hospitales, personal médico cualificado y
formado sobre cómo tratar el Ébola, y recursos humanos para intensificar el
seguimiento de los contactos entre pacientes sospechosos, además de realizar
actividades de sensibilización entre una población desbordada y vencida por el
miedo y el desconocimiento.
En julio, durante una reunión en Accra,
Ghana, MSF insistió a la OMS, a 11 ministros de la región, y a varias
organizaciones internacionales en tomar medidas para aplicar de manera efectiva
todas sus promesas. Para agosto, y ante el imparable avance del virus, MSF
continuó ampliando sus proyectos en los países afectados, además de comenzar a
apoyar de forma técnica a las autoridades en su lucha contra el Ébola en las
ciudades de Lagos y Port Harcourt, en Nigeria, y en Dakkar, Senegal, lugares a
los que había llegado el brote a finales del mes de julio y hoy ya libres del
virus, gracias a la rápida respuesta y a las mejores infraestructuras
sanitarias.
MSF gestionaba entonces cinco centros de
aislamiento con un total de 415 camas, y empleaba a 1.800 trabajadores locales.
Sin embargo, seguía al límite de su capacidad. El número de pacientes aumentaba
a un ritmo mucho más rápido del que los equipos podían gestionar. Pese a que a
comienzos del mes la OMS había declarado este brote como ‘emergencia sanitaria
internacional’, la respuesta internacional seguía siendo nula y desde la
organización se incidía en lo desolador que resultaba que cinco meses después
de la declaración del brote, se iniciasen entonces las discusiones sobre
liderazgo y coordinación internacional.
La OMS publicó su hoja de ruta para
acabar con el brote en seis o nueve meses, mientras la crisis del Ébola había
pasado a ser una crisis humanitaria que necesitaba otro tipo de respuesta a
gran escala: gran parte del sistema sanitario de los países afectados había
dejado de funcionar debido al miedo de los médicos, enfermeros y pacientes al
virus. La gente moría a causa de enfermedades prevenibles, accidentes, malaria
o partos desatendidos o mal practicados.
El 2 de septiembre, la Dra. Joanne Liu,
presidenta internacional de MSF, reclamó ante las Naciones Unidas el despliegue
urgente de equipos internacionales especializados en amenazas biológicas. El
fracaso de los líderes mundiales frente a la epidemia era inaceptable, y la
crisis quedaba al cargo de ministerios de salud sobrecargados y en ONG como
Médicos Sin Fronteras, que no podían responder de la manera adecuada. “El mundo
está perdiendo la batalla contra el Ébola”, dijo entonces.
En el terreno, la situación seguía al
límite. Pese a que MSF seguía aumentando sus centros de tratamiento, los pacientes
formaban colas en las puertas de los mismos, y la organización, desbordada,
comenzó a hacer algo que jamás en su historia había hecho: mandar a gente
enferma de vuelta a sus hogares.
El 18 de septiembre el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas declaró la epidemia como “una amenaza para la paz
internacional”. Con la llegada de casos de Ébola a EE.UU o España, se
dispararon las alarmas en los países con más recursos. El virus, que hasta
entonces había sido casi obviado por los gobiernos, las sociedades y los medios
de comunicación occidentales, ocupaba entonces todas las portadas y los debates
en los congresos. MSF incidía mientras tanto en que para evitar más casos como
aquellos, había que enviar ayuda y recursos a los países más afectados por el
brote. El foco del problema permanecía y permanece en África occidental.
El 9 de septiembre, MSF pidió a través
de una carta al Gobierno español el envío de recursos y personal cualificado,
el establecimiento de un puente aéreo en Canarias y apoyo en las evacuaciones
médicas del personal que pueda infectarse durante la lucha contra epidemia.
Peticiones que, a día de hoy, no han tenido respuesta ni se han visto
implementadas, pese a que el 25 del mismo mes el Pleno del Congreso de los
Diputados realizó una declaración institucional aprobada por todos los grupos
parlamentarios instando al Gobierno a utilizar todos los medios disponibles
para unirse a la respuesta internacional al brote de Ébola en África
occidental.
En octubre, diversos informes de la OMS
lamentaban la falta de camas, de equipos médicos y de laboratorios de análisis,
así como la falta de compromiso por los actores internacionales para llenar los
vacíos que existían sobre el terreno. Otros informes hablaban del crecimiento
exponencial y sobre la previsible duplicación de casos en periodos de 20 días y
lanzaban previsiones aterradoras para 2015. “No hacía falta escribir estos
artículos epidemiológicos; si los líderes políticos tuvieran un mínimo de sentido
común entenderían que los retrasos de semanas en la ayuda aumentan
exponencialmente los casos y las necesidades” afirma José Antonio Bastos,
presidente de MSF España. “Si el mundo hubiera respondido con contundencia
desde el principio, hubiésemos frenado el brote hace ya meses. Se han perdido
miles de vidas por culpa de una respuesta internacional lenta, descoordinada y
mal adaptada”.
Mientras la ayuda internacional llega
poco a poco, la epidemia sufre variaciones, y la respuesta carece de adaptación
para cubrir esos cambios, como ya indicó la organización en noviembre. A
comienzos de diciembre, tras anunciar que albergará ensayos para tratamientos
experimentales de Ébola en tres de sus centros en África Occidental, MSF
advirtió del riesgo de un posible doble fracaso en la respuesta internacional
al Ébola, ya que los Gobiernos extranjeros se han centrado principalmente en la
financiación o en la construcción de centros de tratamiento, dejando que sean
las autoridades nacionales o las ONG quienes los doten de personal, a pesar de
que no siempre cuentan con la experiencia necesaria para hacerlo. Además,
factores esenciales para una respuesta al Ébola como la sensibilización y la
aceptación de la comunidad, los enterramientos seguros, la localización de
contactos o la alerta y vigilancia que siguen faltando en algunas zonas de
África occidental.
“Un año después, estamos por detrás de
la epidemia, pese a que el Ébola es una enfermedad que, si se ponen los
recursos adecuados sobre el terreno, no es compleja de erradicar”, asegura
Bastos. Y advierte: “La epidemia debería terminar en 215, pero dependerá de los
esfuerzos de la comunidad internacional que esto ocurra más pronto o más tarde.
Miles de vidas se han perdido ya. Debemos evitar que otros seres humanos corran
la misma suerte”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario