Los titulares determinan la lectura de una noticia. El título de un
artículo científico es clave para motivar al posible lector. El título
de un libro puede determinar la compra de un libro. Por todo ello
"titular" es un arte. Como tal, en muchos casos se emplea mal. Hay
titulares que incluso contradicen el contenido de la noticia, artículo o
libro. Es frecuente el uso de titulares de forma interrogativa, que
habitualmente provocan rechazo en el posible lector.
Lo mismo consiguen los titulares farragosos.
El
titular suele realzarse con un tamaño de letra mayor y con un lugar
destacado. Por ello no se debe perder la oportunidad de utilizar el
titular como "gancho y cebo". El titular tiene que ser breve, concreto y
cierto, que intrigue un tanto y que resuma lo sustancial del texto.
Vale la pena ensayar con varios títulos y considerar cuidadosamente la
comprensión y validez de su contenido. Hay que ayudar a los posibles
lectores para que leyendo sólo el titular ya adquieran información nueva
y útil.
Naturalmente,
no hay un titular "ideal" pues intervienen múltiples variables. Por
ejemplo, la formación académica de los posibles lectores, el objetivo de
quien escribe el texto, lo "conocido" que sea el contenido y muchas
otras características. Por eso titular es un arte.
Las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki
Hay
muchas formas de matar. Se puede matar lentamente a miles de personas
en una población entera, diseminada en la geografía de una nación, como
se está haciendo con la gestión de la crisis financiera, económica y
social en Europa. Por ejemplo, en España y en Grecia
Se
puede matar también a una población entera, a miles y en un instante,
con la bomba atómica. Se ha hecho sólo dos veces. El presidente de
Estados Unidos ordenó el bombardeo de dos ciudades japonesas: Hiroshima,
el 6 de agosto de 1945, y tres días después Nagasaki. A los pocos días
se rindió Japón. La destrucción superó lo humanamente imaginable. En el
centro de la explosión la temperatura llegó al millón de grados y la
radiación sobre los humanos fue de 50.000 mSv (una radiografía de tórax
equivale a 0,2 mSv). Todo quedó destruido por completo en un radio de
casi dos kilómetros. Los muertos en el momento se contaron por miles (en
torno a los 100.000).
El
bombardeo se presentó a los ciudadanos estadounidenses como una
venganza, literalmente: "Los japoneses comenzaron la guerra desde el
aire en Pearl Harbor. Ahora les hemos devuelto el golpe multiplicado"
Es
el mismo estilo del asesinato de Osama Ben Laden, con el presidente de
Estados Unidos dando la orden de disparar a matar, sin juicio previo.
Hubo
sobrevivientes, los llamados hibakusha, palabra que en japonés
significa "persona bombardeada". Hubo incluso algún doble hibakusha,
pues sobrevivió la bomba en Hiroshima y fue a Nagasaki, a tiempo para
sobrevivir allí a la segunda bomba.
Estos
sobrevivientes se supone que recibieron unos 200-300 mSv lo que aumentó
su riesgo relativo para el desarrollo de tumores (1,1-1,2 para tumores
sólidos).
El daño del diagnóstico por imagen radiológica
Dicen
los chinos aquello de que una imagen vale por mil palabras. En medicina
es cierto muchas veces. Por ejemplo, no hay como ver las típicas placas
de psoriasis para identificarlas posteriormente casi sin error. Lo
mismo sucede con los "clavos sifilíticos" en las palmas de la mano. Idem
un melanoma "típico", con su negro rabioso y sus bordes informes.
Es
lógico el interés de los médicos por ver el interior del cuerpo vivo,
del enfermo. Primero se logró con los avances de la cirugía, tras el
conocimiento aportado por la anatomía. El descubrimiento de los rayos X
significó un cambio sustancial, que asombró a la sociedad. Bien se
refleja en los "rayos" de los cuadros de muchos artistas del momento.
Fue casi mágico el poder ver el interior del cuerpo humano sin
"abrirlo". El atractivo mágico no ha desaparecido sino que se ha
incrementado (en parte por su uso racional, pero en gran parte por el
puro negocio). Pero la radiología conlleva un daño que se acumula a lo
largo de los años. Como todas las actividades médicas, el diagnóstico
radiológico tiene grandes beneficios, y al tiempo, si se emplea
innecesariamente, causa enormes daños sin beneficio alguno.
El
desarrollo de la TAC (tomografía axial computarizada, "scanner") de 64
cortes ha llevado a su límite el diagnóstico por imagen. Así, por
ejemplo, es posible "ver" pequeños trombos pulmonares que quizá sean
fisiológicos, normales. Es decir, se pueden identificar en sangre
pulmonar pequeñísimos émbolos cuya existencia es habitual y no conlleva
daño alguno. Es necesario, pues, redefinir "embolismo pulmonar" para
distinguir el fisiológico del patológico. Es preciso reservar la TAC
espiral para cuando haya una alta probabilidad pre-test de embolismo
pulmonar patológico, tras determinar el dímero D, por ejemplo.
Con
la TAC helicoidal es posible realizar colonoscopias virtuales y
coronariografías también virtuales. En ambos casos sin tener que
manipular "el interior" del paciente. En ambos casos con una fuerte
irradiación del paciente (hasta 20 mSv sobre tejido glandular mamario en
la TAC torácica). En todo caso, las TAC irradian fuertemente, y más si
se aplican en varias fases, pudiendo sumar en el caso abdominal hasta 60
mSv
Gran
"descuido" es emplear la TAC como método diagnóstico en la apendicitis
infanto-juvenil. Lo preferible es la ecografía, pero a veces distintas
cuestiones organizativas y económicas imponen el uso de la TAC, con sus
consecuencias. Es un procedimiento a evitar; uno de las muchas
intervenciones diagnósticas radiológicas a evitar, como la típica
radiografía torácica "pre-operatoria"
Se
puede estudiar la función coronaria con técnicas que también implican
radiación sin ser TAC, como la gammagrafía coronaria dinámica, con la
que recibe el paciente unos 6 mSv. Otras técnicas de este estilo llevan
los 15 mSv. No es raro, pues, que haya más cánceres por consecuencia de
la aplicación de estas pruebas diagnósticas en los pacientes con infarto
de miocardio. Se ha calculado que por cada 10 mSv aumenta un 3% el
riesgo de cáncer en los cinco siguientes años, como se demostró, por
ejemplo, en un estudio en Canadá
En
este trabajo se compararon los resultados de la irradiación diagnóstica
con los efectos de la bomba atómica sobre los sobrevivientes japoneses
(los hibakusha). El daño es mayor cuando se irradia a niños y se ha
calculado que en ellos 50 mSv elevan a 2,5 el riesgo relativo de cáncer
(el doble que la bomba atómica sobre los sobrevivientes). En las niñas
con escoliosis, sometidas a múltiples estudios diagnósticos
radiológicos, se produjeron el doble de cánceres de mama al cabo de los
años
http://journals.lww.com/spinejournal/Abstract/2000/08150/BreastCancerMortalityAfterDiagnostic.9.aspx
Cinco TAC torácicas equivalen 2.000 radiografías de tórax. Cinco TAC abdominales equivalen a 2.500 radiografías de tórax
Cinco
TAC ("scanner") equivalen en pacientes jóvenes a la radiación recibida
por los supervivientes a la bomba atómica en Hiroshima
Para
ser precisos, lo cierto es que cinco TAC equivalen en pacientes jóvenes
a la radiación recibida por los supervivientes a la bomba atómica en
Hiroshima
Pero
es cierto el titular de este texto "Cinco TAC ("scanner") equivalen a
la bomba atómica en Hiroshima". Es bien cierto que tal frase puede sonar
alarmante, pero lo verdaderamente alarmante es la "ignorancia alegre"
con la que se utiliza la TAC, cuyo resultado final es doblar la
incidencia de tumores como leucemia, cánceres de cerebro y otros
Como
se titulaba el editorial de "The Lancet": "Beyond the bombs: cancer
risks of low-dose medical radiation", por el mismo daño de tales
radiaciones y por el abuso en su utilización (entre el 20 y el 50% sin
justificación).
Vale
la pena "agitar" la acertada comparación con las bombas atómicas de
Hisoshima y Nagasaki para frenar el bombardeo ionizante del uso
innecesario de la radiología diagnóstica.
Juan Gérvas (jgervasc@meditex.es) es médico general y promotor del Equipo CESCA (www.equipocesca.org) mpf1945@gmail.com @JuanGrvas