Era doña Luz una paciente compleja (esa clase de paciente que no
sabes cómo enfocar). Desde joven tuvo un delirio con alucinaciones, lo
que no le impidió casarse y ser feliz. Su marido la adoraba. Fue muy
guapa, y fue valiente cuando se necesitó (en tiempos de la dictadura,
para defender sus ideas de izquierda). Sería por los medicamentos, o por
la genética, como explicaba ella misma, pero nunca tuvo embarazo
alguno. "No estoy seca" decía, en el sentido de que reglaba sin
problemas, pero no hubo forma de lograr esa deseada preñez. De vez en
cuando enloquecía y las alucinaciones la torturaban de tal forma que
terminó ingresada en más de una ocasión. La relación entre los
psiquiatras y el médico de cabecera fue siempre muy mala, por decir
algo. Cuando doña Luz estaba bien, el de cabecera se limitaba a
prescribir la medicación psiquiátrica de rutina sin indagar mucho.
Cuando estaba mal, terminaba ingresada, siempre con problemas para tener
acceso a "su psiquiatra", que estaba más en su mente que en la
realidad, por la frecuente rotación de profesionales ante el fracaso en
el tratamiento. Sin embargo ella reclamaba en las malas fases a "la
doctora Juliana" (la primera psiquiatra que le atendió, de jovencita),
que en sus momentos duros era cualquier mujer con bata blanca. Por
consecuencia, en los ingresos solía encontrar consuelo con la médico más
sensible, y a veces con la limpiadora (si llevaba bata blanca); es
decir, con cualquiera que se apiadara de ella y la escuchase. Doña Luz
se relajaba mientras repetía incansablemente la misma historia
estructurada de su delirio y de sus alucinaciones. Le perseguían seres
monstruosos que querían desnudarla. A veces lo conseguían y doña Luz era
incapaz de resistir la sensación de estar expuesta impúdicamente a
públicas miradas. Eso la enloquecía, le llevaba a buscar ropas, sábanas,
cortinas y/o manteles con los que cubrirse y en su furia arrasaba con
todo.
Don
Manuel es el viudo de doña Luz. Es un hombre cabal. Se enamoró de ella y
se hicieron novios antes de "servir a la Patria" (el servicio militar
obligatorio). Al terminar la mili, se casaron y don Manuel entró a
trabajar de dependiente en unos grandes almacenes. Con el tiempo llegó a
ser un alto ejecutivo, pues cursó estudios universitarios nocturnos de
abogado y se especializó en gestión de empresas. Pasó de "Manolito" a
"Don Manuel" y de un salario de miseria a amasar una pequeña fortuna.
Don Manuel adoraba a su esposa, y él fue el mejor cuidador y el
coordinador de los cuidados. Nunca supo si fue suya la culpa de la
esterilidad de doña Luz, y nunca quiso aclararlo. No vinieron hijos y no
valía la pena todo el proceso del estudio cuando no había más
alternativa que la inseminación artificial, con su falta de naturalidad.
Los cambios eran muy perjudiciales para su esposa. Siempre le
perseguían a doña Luz las alucinaciones, pero se sentía segura si todo
estaba en orden. Sus crisis se solían desencadenar por cambios bruscos
de la rutina. Por ejemplo, cuando su marido viajaba y no podía volver
según lo previsto. O cuando en un viaje en común sucedía algo que
alteraba profundamente el programa planeado.
Don
Manuel y doña Luz viajaron mucho en una época en que viajar estaba
reservado a los ricos. Siempre los acompañaba Lucía, amiga de la
infancia de doña Luz, y amiga íntima también. Lucía era lesbiana y doña
Luz bisexual de forma que el trío era un disfrute especialmente para
doña Luz. Lucía fue amiga fiel hasta la muerte, y ella ayudó a don
Manuel a coordinar los cuidados que precisaba doña Luz. Especialmente
cuando la atención empezó a complicarse con la diabetes y sobre todo
tras la caída que le destrozó la cadera y la dejó en silla de ruedas. El
colmo fue el infarto de miocardio, y la consiguiente insuficiencia
cardíaca. Al menos el infarto logró que doña Luz dejara de fumar. Decía
que era su mejor remedio contra las alucinaciones, y se negaba a dejar
el tabaco, pero al cabo se convenció.
Doña
Luz tenía Sanitos, cuyos especialistas le atendían sin la más mínima
coordinación. El psiquiatra cambiaba frecuentemente, por la añoranza de
"la doctora Juliana" y por el mal control de los síntomas. El endocrino
era profesional responsable, pero doña Luz una paciente imposible que
adoraba el chocolate y los dulces (y tenía capacidad de compra, carácter
y libertad para comprarlos en contra de la voluntad de todos); su
diabetes fue de mal en peor, hasta el infarto, tras el cual doña Luz
empezó a aceptar un cierto control de la dieta. El traumatólogo poco
pudo hacer tras la caída desde la muralla de Buitrago de Lozoya, con
fracturas múltiples de fémur y cadera; después de años de intervenciones
acabó en la silla de rueda, y fumando y con peor control de la diabetes
por falta de ejercicio. El infarto de miocardio fue de diagnóstico
complicado pues sucedió en plena crisis delirante, de forma que el
cansancio y ahogo (casi sin dolor) se atribuyó a su actividad continua
para "vestirme decentemente", como decía. Tras días de evolución llegó
el diagnóstico y el tratamiento, pero al cabo finalizó en insuficiencia
cardíaca.
El
médico de cabecera de doña Luz era del Seguro, del centro de salud que
le correspondía. Pocas veces iba doña Luz a visitarlo pues casi siempre
conseguía las recetas su amiga Lucía. Como con el psiquiatra, el médico
de cabecera apenas obtenía algún informe breve de los distintos
especialistas privados, y recetaba. La atención se complicó cuando doña
Luz empezó a necesitar cuidados a domicilio. Ante la reticencia del
médico de cabecera para realizar las visitas domiciliarias, las
administrativas del centro de salud le sugirieron que cambiara de médico
y así hizo Lucía, para dar inmediatamente aviso a domicilio. El nuevo
médico visitó a doña Luz al terminar la jornada, ya después de las tres
de la tarde. Doña Luz lo bautizó como "Toro Sentado", pues efectivamente
se sentó sin prisa junto a ella y al terminar de relatar sus
antecedentes personales no pudo por menos que decir "Si lo he entendido
bien, vengo un poco a toro pasado, cuando se precisa exclusivamente
atención a domicilio". Toro Sentado, doña Luz, don Manuel y Lucía
empezaron a coordinar la atención. Los distintos especialistas hicieron
informes exhaustivos, a petición del nuevo médico de cabecera. La
medicación se simplificó, tanto la prescrita como la que se compraba a
propia iniciativa en la farmacia. También cesó la petición incesante de
pruebas y análisis que poco aportaban y mucho molestaban. Toro Sentado
habló en repetidas ocasiones con el cardiólogo, pues el problema
principal era la insuficiencia cardíaca, que había obligado a más de un
ingreso urgente. La enfermera de cabecera se implicó como siempre hacía,
y doña Luz y Lucía contaron por primera vez con alguien a quien llamar
para comentar la evolución de la disnea, y los cambios de peso; a su
vez, don Manuel y Lucía recibieron capacitación para el mejor uso de los
diuréticos y de la medicación en general. En el último ingreso, Toro
Sentado visitó a doña Luz en el hospital público y participó en una
sesión clínica de Cardiología sobre su caso.
Doña
Luz murió apenas seis meses después de que Toro Sentado se hiciera
cargo de su atención a domicilio. En el último mes las visitas fueron a
diario, turnándose la enfermera y el médico de cabecera. Se habló con la
familia y con la propia paciente acerca del mal pronóstico, y Toro
Sentado facilitó su número de teléfono privado para poder ser localizado
a cualquier hora del día y de la noche. Sólo le llamaron una vez, un
domingo por la mañana, para informarle de que doña Luz empeoraba hasta
ahogarse. Ante la situación de agonía y de acuerdo con la voluntad
expresada por la paciente y por la familia, Toro Sentado se desplazó a
domicilio y procedió a la sedación terminal. Doña Luz murió en paz a
mediodía.
Toro
Sentado acudió para firmar el certificado y se quedó a comer con don
Manuel, Lucía y unos sobrinos que habían acudido al saber la noticia.
Esa noche en casa de Toro Sentado ardió una vela hasta extinguirse, de
madrugada.
¿Quién
coordina los cuidados que precisan los pacientes complejos? ¿Quién
coordina los regímenes terapéuticos de los distintos especialistas?
¿Quién presta servicios a domicilio hasta el final, incluso fuera del
horario laboral y en festivos? La coordinación es algo que falta en el
sistema sanitario. Lo pagan los pacientes con sufrimiento y muertes
evitables.
Juan Gérvas (jgervasc@meditex.es) es médico general y promotor del Equipo CESCA (www.equipocesca.org) mpf1945@gmail.com @JuanGrvas
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