Fuente: Acta Sanitaria - El Mirador - Dr. Juan Gérvas
La vida está llena de alternativas. Sin embargo,
creemos y tendemos a pensar lo contrario, a sentirnos encerrados con un
solo muñeco, a percibir caminos sin salidas, a ignorar las salidas y a
pensar que la rutina invade nuestras vidas y que hay un sino del que no
podemos escapar. Es un poco la tragedia vital de aspirar a una vida que
no llevamos, siempre pendientes de un cambio: "a ver si me toca la
lotería", "a ver si llega el fin de semana y me drogo, emborracho y
follo sin tino", "a ver si se va este maldito jefe", "a ver si se muere
mi tía y me deja de heredero", "a ver si llega un príncipe azul, una
princesa rosa", "a ver si me jubilo y puedo hacer lo que me dé la gana",
"a ver si los niños crecen y se independizan", "a ver si llegan las
vacaciones", "a ver si a través del partido logro una poltrona", etc.
Las vidas se convierten así en trágicas por
previsibles. Es decir, terminan como la tragedia griega al cabo de los
siglos, como una rígida representación de final inevitable. Sin embargo,
la misma tragedia griega fue en sus comienzos justo improvisación.
Comenzó con el canto del coro en las fiestas dionisíacas del triunfo de
la luz sobre la oscuridad, del solsticio de invierno y del equinoccio de
primavera. Comenzó con el canto en el sacrificio ritual del macho
cabrío, con los sátiros en el coro, y con la progresiva independencia
del corifeo (el portavoz del coro). Los sátiros con su priapismo y su
alegría, con su pene sinuoso y puntiagudo de macho cabrío, su pene
incansable y juguetón, su pene de penetración profunda y gustosa, su
pene de semen abundante y caliente. Por ello la tragedia comenzó como un
canto breve y satírico, alegre e inesperado, burlón y vibrante,
atrevido e irreverente, y su propio nombre (tragedia) alude al macho (y
al canto) cabrío. Sólo el paso de los siglos llevó a la estructura
dramática de la tragedia griega. De la misma forma en nuestras vidas el
paso del tiempo transforma el desenfado infantil en el pesimismo del
adulto y la improvisación vital diaria del niño en la condena a la
rutina vital del anciano.
En realidad la vida está llena de alternativas, de
caminos por explorar y disfrutar. Son las creencias las que nos limitan,
las que bloquean las salidas, las que nos uniforman y provocan vidas
rutinarias y días previsibles y monótonos. Lo peor es que casi siempre
ignoramos que son las creencias las que nos bloquean. Les pasa a los
pacientes, les pasa a los médicos.
Frank Plumpton Ramsey
Los verdaderos científicos tienen siempre un punto
importante de filósofos y en ese sentido Frank P. Ramsey (1903-1930) fue
un verdadero científico. Se le recuerda como matemático, su formación
básica, pero también por sus trabajos estadísticos y por sus
aplicaciones a la economía. En el terreno filosófico, su verdadera
pasión, publicó acerca de la verdad, la causalidad, los hechos y otros
muchos temas. En este campo tradujo del alemán el "Tractatus
logico-philosophicus" de Ludwig Wittgenstein, obra muy influyente en los positivistas lógicos del Círculo de Viena.
Frank P. Ramsey murió muy joven, por las
complicaciones de una operación, y su condición de enfermo crónico.
Aunque inglés de Cambridge, aprendió alemán y se sometió a psicoanálisis
por un discípulo de Freud, en Viena. Quiso conocer su impulsos más
primitivos, que consideraba importantes en su propio trabajo de
matemático.
Frank P. Ramsey propuso que las creencias son como
mapas con los que se toman caminos y se eligen alternativas que llevan a
la satisfacción de las necesidades. Son mapas muchas veces
inconscientes que ayudan a estar orientados en el mundo, en el tiempo,
el momento y la sociedad en que nos ha "tocado" vivir.
Las creencias de los pacientes
Cada paciente tiene un mundo interior que ni él mismo
conoce en profundidad. Cada paciente es un mundo aparte. Cada paciente
tiene sus creencias, su ideología y su cultura. Bien se dice que no hay
enfermedades sino enfermos, pues las creencias llevan a vivir de forma
peculiar y única la enfermedad.
Algunas creencias son "internas", en el sentido de
que proceden del propio pensamiento, experiencia y reflexión, de las
convicciones individuales. La mayoría de las creencias son "externas".
Son creencias externas las que conforman culturas e
ideologías, las de la política y la religión, las del grupo y los
líderes con los que convivimos y las de la tradición. Son creencias
profundas que llevan a la aceptación de "la normalidad", sin
justificación ni fundamento racional, pero que ayudan a dar sentido a la
vida y a entender el mundo. En muchos casos conllevan prejuicios como
los casi universales contra las personas con graves deformaciones
faciales.
Los pacientes expresan sus creencias como casi todos
lo hacemos, según el "creo que..." y el "creo en...". Por ejemplo, "creo
que esta tos me empezó con el humo de la barbacoa que hizo mi cuñado;
por cierto, un inútil en todo, no sé cómo lo aguanta mi hermana...". En
otro ejemplo, "creo que esas pastillas que me dio son poco efectivas; en
general las pastillas verdes que flotan en el agua son poco
efectivas...".
En muchos casos los pacientes no expresan verbalmente
sus creencias, pero sí con su conducta. Es el rechazo de la adolescente
católica al aborto voluntario, arrepentida de su veleidad pero
dispuesta a llevar hasta el final el embarazo. Es la búsqueda de "la
inyección" del paciente con dolor de espalda que sólo cura con tal forma
de administración. Es el grito salvaje de la mujer marroquí en el
parto, como forma de demostrar su amor por su marido a través del
sufrimiento. Es la confianza en los "remedios naturales" del joven
antisistema. Es el rezo del judío que confía en el Talmud para su
curación. Es la expectativa de antibióticos para el dolor de oídos de su
hijo, de la madre ejecutiva exigente.
Nuestros pacientes tienen creencias, profundas
creencias que conviene siquiera considerar, si es posible explorar y en
todo caso respetar. Esas creencias guían su conducta más que nuestras
recomendaciones y recetas. Dichas creencias explican su forma de
"vivir", su respuesta a la enfermedad y al tratamiento. Si ignoramos las
creencias de los pacientes ofrecemos una atención biológica que
fracasa, lo que es frecuentemente el caso en la "medicina oficial".
Las creencias de los médicos
Los médicos tienen las creencias de sus pacientes,
pues aunque sean de diferente clase social comparten una sociedad y unos
valores, un tiempo y una geografía. Al viajar y al convivir en el
trabajo con médicos de otros países uno descubre cuántas creencias
"gobiernan" la relación con los pacientes. Por ejemplo, es la simple
disposición de la mesa en el despacho del médico general, generalmente
adosada a la pared en los países anglosajones, de forma que el médico y
el paciente comparten sillas "esquinadas" que llevan a casi rozar las
rodillas. Es la importancia del individuo frente a la de la familia, que
bien se expresa con la presencia de "una" única silla para el paciente
(casi nadie asiste con acompañante), o de la escasez de la consulta a
través de un tercero (de un 20% en España a un 1% en Australia). Es el
uso sistemático de la "unidosis" en la farmacia, donde la prescripción
se transforma en un envase personalizado, lo que parece natural al
paciente (y por ello lo espera).
Además, los médicos tienen creencias científicas y
profesionales, que como buenas creencias ni se perciben. Por ejemplo,
los médicos creen en la historia natural de la enfermedad, como si la
enfermedad fuera como la tragedia griega con un inicio, un nudo y un
final (y en justa correspondencia se desarrollaron los conceptos de
prevención primaria, secundaria y terciaria). Es la idea de que la
enfermedad existe como ente distinto de la experiencia del enfermar. Es
la concepción de la enfermedad como alteración de un substrato
bioquímico o genético cuyo "arreglo" resolvería el problema (y en justa
correspondencia la medicalización de la vida y la respuesta biológica a
muchas enfermedades y problemas de salud que tienen origen social). Es
la idea de la medicina como ciencia y de los médicos como científicos,
que lleva a transformar la misión sagrada de ayuda frente al sufrimiento
en una especie de tarea laica, neutral, universal y fría de reparación
"mecánica, psicológica y/o química" con medicamentos, técnicas
psicológicas, cirugía y otros remedios (en justa correspondencia el
médico se convierte en mago que promete "juventud y bienestar
permanente" y en comerciante que vende remedios para lograrlo).
Las creencias bloquean a pacientes y a médicos y
ambos se pierden con mapas equivocados que ofrecen espejismos milagrosos
que hacen perder la posibilidad de vivir en su esplendor (con/sin
enfermedad).
Juan Gérvas (jgervasc@meditex.es) es médico general y promotor del Equipo CESCA (www.equipocesca.org) @JuanGrvas
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