El Centro Europeo para la Prevención y el Control de las
Enfermedades (ECDC), celebra por quinta vez el 18 de noviembre de 2012 el Día
Europeo del Uso Prudente de Antibióticos. Su objetivo es concienciar a los
ciudadanos y profesionales acerca de la resistencia a los antibióticos y sus consecuencias
para la salud individual y colectiva.
Comparto con ustedes un artículo publicado en el Diario el País hoy 16 de noviembre.
El abuso de los
antibióticos crea superbacterias
En
la segunda mitad del siglo XX la ciencia logró adelantar a las bacterias. El
desarrollo de antibióticos fue más rápido que la capacidad de los
microorganismos para mutar y sortear la embestida. Pero eso está cambiando
rápidamente, en gran parte por el abuso y el consumo irresponsable de estas
medicinas, tanto en humanos como en animales. Entre 2007 y 2011, la resistencia
combinada de dos bacterias que son causa común de infecciones urinarias y
respiratorias (la Klebsiella
pneumoniae y la Escherichia
coli) a varias familias de antibióticos ha crecido “de forma
significativa” en un tercio de los países de la UE, alerta el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades
(ECDC). Algunas de esas bacterias se están volviendo cada vez más resistentes a
los antibióticos más potentes, la última línea de defensa contra la infección.
Los
científicos avisan de que estamos ante un grave problema de salud pública y una
seria amenaza para los sistemas sanitarios europeos. Sin antibióticos, algunos
tratamientos avanzados no serían posibles. Hay tendencias “alarmantes”, según
el organismo europeo, que presenta hoy sus últimos datos en el Día por un
Consumo Prudente de Antibióticos. “Hay un aumento preocupante de la resistencia
de la K. pneumoniae
a los antibióticos de última línea”, explica Marc Sprenger, director del ECDC.
Esta bacteria puede causar infecciones del torrente sanguíneo, neumonías e
infecciones quirúrgicas; y afecta sobre todo a pacientes ingresados en
hospitales. Cuando un paciente no responde al tratamiento, los médicos pueden
recurrir a los antibióticos carbapenémicos, claves en infecciones causadas por
bacterias multirresistentes.
Pero
en algunos países, como Grecia o Italia, la resistencia a estos antibióticos,
que son la última frontera para neutralizar la infección, es ya muy elevada y
no para de crecer. Entre 2010 y 2011, el porcentaje de casos resistentes en
Grecia entre pacientes con infecciones del torrente sanguíneo por K.
pneumoniae pasó del 49% al 68%. El porcentaje de casos resistentes aumentó
en Italia del 15% al 27% en el mismo periodo.
En
España, ese porcentaje es inferior al 1% en las cepas aisladas de sangre, pero
ya se han detectado casos y brotes en algunos hospitales. “De momento aquí es
un problema menor, pero que va en aumento”, detalla Luis Martínez, microbiólogo
del hospital Marqués de Valdecilla, en Santander. Cuando los antibióticos más
potentes y seguros no funcionan, solo quedan otros muy tóxicos que entrañan un
alto riesgo para el hígado.
“Los
datos se basan solo en casos de infecciones en sangre y meningitis para evitar
sesgos y que sean comparables entre países”, aclara Dominique Monnet, experto
del ECDC. Las cifras las envía cada país tras realizar en los hospitales
cultivos de laboratorio en enfermos infectados. Este sistema público de
vigilancia de la resistencia a antibióticos en Europa, llamado EARS-Net y centralizado en el ECDC, hace un seguimiento de
siete familias de bacterias, las más relevantes desde el punto de vista clínico
y por su especial facilidad para adquirir nuevas resistencias. Este
procedimiento, aun siendo un buen indicador, puede subestimar el problema al no
registrar otras infecciones, como las de orina, reconocen los expertos.
En
2008, un científico descubrió una cepa de la K. pneumoniae
extremadamente resistente a los antibióticos carbapenémicos, lo que provocó un tsunami
científico, aunque no era la primera vez que se daba un caso similar. Fue un
científico de la Universidad
de Cardiff (Gales) quien detectó un gen que confería a la bacteria la
capacidad de producir una enzima capaz de neutralizar el efecto de los antibióticos
más potentes. El científico, Timothy
Walsh, nombró a esa enzima metallo-betalactamasa-1 de Nueva Delhi (NDM-1).
El nombre viene de la ciudad india donde viajó el paciente sueco que adquirió
la infección y cuyas muestras analizó Walsh. Posteriormente, esta enzima se ha
detectado en muchos tipos de bacterias, como la E. coli, la más común en los
humanos. La NDM-1 no ha provocado brotes en España hasta ahora, aunque sí otras
enzimas del mismo tipo (carbapenemasas) que preocupan a médicos y científicos
por la capacidad de transmisión.
La
resistencia a antibióticos provocada por un mal uso de los medicamentos genera
25.000 muertes al año en Europa y unos costes sanitarios adicionales de 15.000
millones de euros. Se estima que el número de infecciones por bacterias
multirresistentes alcanza las 400.000 al año. “Los países del sur de Europa
consumen más antibióticos que los del norte”, afirma José Campos, jefe del
laboratorio de antibióticos del Centro Nacional de Microbiología. Y esos
países, que utilizan más medicamentos fuera de los hospitales, no lo hacen por
sufrir más infecciones bacterianas, sino porque incurren en un consumo excesivo
e inadecuado (para tratar infecciones virales como la gripe o el resfriado, por
ejemplo), lo cual afecta a sus tasas de resistencia, casi siempre bastante
superiores en los países del sur.
Grecia
es el país donde más antibióticos se consumen: 3,5 veces más que en Estonia, en
la cola de la tabla según los datos del ECDC sobre consumo en la comunidad
(extrahospitalario). En esa tabla España aparece en el número 13 de un total de
29 países (datos de 2010), pero la información es engañosa porque solo incluye
el consumo de antibióticos con receta de la Seguridad Social. Quedan fuera los
antibióticos recetados por médicos y seguros privados y aquellos que, aunque
esté prohibido por ley, se continúen vendiendo sin receta. “Tomando esos datos,
España estaría entre los tres o cuatro primeros”, alerta Campos.
El
consumo en hospitales, cuyos datos no presenta el ECDC, es un factor
fundamental para la difusión de bacterias resistentes causantes de infecciones
hospitalarias. Y en esto España no está tan mal. “La utilización de
antibióticos en hospitales está hoy muy controlada”, afirma Francesc Gudiol,
catedrático de Medicina de la Universidad de Barcelona y jefe del Departamento
de Enfermedades Infecciosas del hospital de Bellvitge.
Según
el Centro Nacional de Microbiología del Instituto
de Salud Carlos III, cerca de un tercio de las infecciones de sangre producidas
por la Escherichia coli en España son resistentes a la vez a dos de las
familias de antibióticos más importantes: las fluoroquinolonas y las
cefalosporinas de tercera generación. “Hay cepas de E. coli resistentes
endémicas ya en España, a diferencia de lo que ocurre con otras cepas
multirresistentes, que solo pueden afectar si alguien las importa de otros
países”, explica Gudiol. La situación es preocupante en el caso del
estafilococo dorado, una bacteria que produce infecciones en la piel y en la sangre,
y que presenta en España elevadas tasas de resistencia a la oxacilina (del
grupo de las penicilinas), “un importante problema de salud pública”, según el
ECDC. La tasa —que se sitúa entre el 10% y el 25%— ha caído con respecto al año
pasado, aunque el descenso mayor se ha producido en Reino Unido y Francia, que
han invertido muchos recursos en ello.
Aun
así, existen importantes variaciones localmente. El proyecto Virerist, liderado
por el jefe de la Unidad de Medicina Preventiva del hospital
de la Vega Baja (Orihuela), José María López-Lozano, lleva años recopilando
datos. Los investigadores del programa han logrado desarrollar aplicaciones
informáticas que minimizan la posibilidad de que a un paciente se le recete un
antibiótico que no será efectivo. “Desde que se diagnostica una infección hasta
que se tienen los resultados de laboratorio que identifican el microorganismo
causante, pueden pasar dos o tres días”, explica Lozano.
Pero
los enfermos necesitan un tratamiento inmediato, que el médico debe suministrar
cuando aún no tiene toda la información sobre el caso. El programa determina
cuál es, con mayor probabilidad, el microorganismo causante de la infección y
qué antibiótico conviene recetar. Además de beneficiar al enfermo, se actúa
sobre la comunidad al reducir el riesgo de error en el tratamiento y, por
tanto, de generar nuevas resistencias al antibiótico que luego puedan
transmitirse. “Las resistencias no son un problema individual. Cuando un médico
receta, esto puede tener efectos en la salud pública”, resume Lozano.
En
el hospital del Marqués de
Valdecilla, en Santander, Martínez analiza los cultivos bacterianos y
recomienda a los médicos el medicamento que deben recetar. En los casos en que
el paciente no responde a ninguno de los antibióticos tradicionales, los
expertos optan por suministrar el compuesto al que la bacteria presenta menos
resistencia.
La
K. pneumoniae suele afectar a personas hospitalizadas en tratamiento por
otras enfermedades. Para infectarse, la persona debe estar expuesta a la
bacteria, bien por el contacto directo con otra persona o por contaminación
ambiental. Por ello, el ECDC insiste en que es muy importante mantener la
higiene (como lavarse las manos frecuentemente para evitar diseminar las
bacterias ya resistentes) y aislar al paciente infectado. En España hay
programas de concienciación en hospitales desde hace años, relata Martínez. Lo
que no evita que se produzcan brotes, como el de la bacteria Acinetobacter
baumanii, multirresistente a antibióticos, que sufrió el hospital madrileño
12 de Octubre y causó 18 muertos entre finales de 2006 y 2008.
Los
científicos alertan: estamos perdiendo la carrera. “El desarrollo de las
resistencias es un proceso en parte natural y que todos esperábamos, pero han
aumentado más de lo previsible”, reconoce Gudiol. De momento, la mayoría de
infecciones todavía se pueden tratar, pero cada vez es más difícil para los
médicos. “La última familia de antibióticos que nos queda está perdiendo
efectividad y su preservación es una prioridad sanitaria de primer orden”,
alerta Campos. Es necesario aplicar medidas drásticas para detener el avance de
la resistencia, por un lado, e invertir en el desarrollo de nuevos
antibióticos, por otro. Porque, afirman los expertos, la industria ha perdido
interés en invertir en este campo.
La
Comisión Europea lanzó el año pasado un programa para financiar la
investigación de nuevos antibióticos y su desarrollo a través de una iniciativa
público-privada dentro de la IMI (Iniciativa de Medicinas Innovadoras). En el
programa participan farmacéuticas, académicos, organizaciones de pacientes,
empresas de biotecnología y hospitales, entre otros. Entre los objetivos está
“acelerar el desarrollo de antibióticos”, explica una portavoz.
Para
ello, se trabajará en mejorar la efectividad de los ensayos clínicos o la
tecnología utilizada en diferentes fases del proceso. Los países europeos
también comparten fondos para investigar en problemas asociados a la
resistencia en virtud de una iniciativa conjunta sobre resistencia a los
antimicrobianos. Los médicos insisten en que es fundamental decantar la balanza
de nuevo del lado de la ciencia y detener la crisis. Alejar, definitivamente,
la imagen angustiosa de un mundo sin antibióticos.
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