Los humanos somos experimentos irrepetibles. En realidad toda la vida es irrepetible. Caminamos sin vuelta atrás. Llamamos tiempo a la ilusión del retorno, pero no lo hay, ni existe el tiempo. Vivir es experiencia única, con su bondad y con su maldad. Lo más que podemos hacer es disfrutar de la experiencia y aceptarnos con nuestras limitaciones y grandezas.
En todo ser humano hay un tesoro de bellezas espirituales e intelectuales, a la espera de que alguien las reconozca. Con frecuencia ni uno mismo descubre tal tesoro. Frecuentemente somos nuestros propios peores críticos, inseguros y con auto-estima por los suelos. O, peor, identificamos como tesoro lo que sólo es un falso espejo, el espejo que "cuadra" con lo política y socialmente correcto. Terminamos, así, sin conocernos y, ¡cuánto menos!, sin conocer a los demás.
La eficacia de la oración a distancia, y por desconocidos
Precisamos de un patrón oro para comparar. En general aceptamos como tal lo que conocemos. Es bueno lo que es "nuestro", de nuestro entorno, familia y cultura. Nos parece hasta inteligente el propio idioma, por ejemplo. Como si todos los idiomas no fueran uno, como si todos los humanos no compartiéramos un mismo acervo genético. Los mitos son los mismos, las historias las mismas; del incesto sagrado a la virgen extrañamente embarazada, del asesinato ritual del padre al sacrificio redentor del hijo. No obstante, nos gozamos en las pequeñas diferencias. No es lo mismo, por ejemplo, rezar a San Antonio que rezar a Santa Bárbara. Y no digamos, no es lo mismo rezar en musulmán que en cristiano, o que en judío, o que en mazdeismo.
Hay ensayos clínicos de factura perfecta que demuestran la eficacia del rezo para curar a un tercero que no sabe que rezamos por él, incluso sin conocerlo. Pero nunca se han considerado las diferencias que importan, como rezar a la Virgen del Pilar frente a la Virgen de la Almudena. ¡Qué decir de comparar la Virgen de Las Mercedes con la de la Fuencisla! Pero de lo que no cabe la duda es de la eficacia de la oración, que puede lograr su efecto incluso retrospectívamente. Es decir, se aleatoriza a los pacientes con posterioridad a su proceso de atención y su cambio de salud, y aquellos por los que posteriormente se reza son los que obtuvieron mejor resultado (comparados con los pacientes por los que no se rezó).
Estos ensayos clínicos son indecentes. Estos resultados son posibles por la ausencia del sentido común en muchos estudios de factura metodológica impecable.
Efecto Rosenthal
Somos lo que los demás nos asignan ser. Es decir, nos comportamos según se espera que seamos. Si buenos médicos, médicos buenos. Si despreciables, despreciables. Es el efecto Rosenthal, o Pigmalión.
En el experimento de Rosenthal y Jacobson, al comienzo del curso se realizaron pruebas de coeficiente intelectual a los alumnos, y se entregaron los resultados a los maestros. En falso, se identificó al azar a los mejores alumnos, y al final del curso esos alumnos se habían transformado efectivamente en los mejores. Desconocemos los mecanismos sutiles que cambian en la relación maestro-alumno, pero las expectativas de los profesores cambian las conductas de los estudiantes. Es decir, si los maestros "descubren" en los alumnos grandes "virtudes", los alumnos finalmente las tienen. El tesoro de bellezas espirituales e intelectuales es variado e inmenso, sólo requiere que alguien crea que existe.
También hay una versión negativa del efecto Rosenthal, pues en el mismo experimento los alumnos "mal calificados" terminaron siéndolo, por más que tal característica fuera falsa, atribuible sólo al azar.
Naturalmente, el efecto Rosenthal también existe en Medicina. Si el médico está convencido de la bondad de una intervención transmitirá tal confianza a sus pacientes, que mejorarán en parte por el efecto placebo, y en parte para agradar a su médico. Por el contrario, si el médico cree que algo no funciona, no funcionará.
Hay ensayos clínicos aleatorizados mal controlados. Son ensayos clínicos indecentes, que cumplen lo que se espera. Por eso, los ensayos clínicos financiados por la industria frecuentemente son favorables a la intervención propuesta por la tal industria. Efecto Rosenthal, por las buenas o por las malas.
Más allá del azar
Hay capacidad de maquillaje cuando no se encuentra el tesoro que se busca. Se retuercen los datos, la estadística, la publicación y la difusión cuando un ensayo clínico no da los resultados que convienen a quien financia. En estos casos, el ensayo clínico se convierte en indecente.
Por ejemplo, no se publican los ensayos clínicos con resultados adversos, o se publican de forma parcial. Se publican, sobre todo, los que obtienen los resultados espectaculares buscados, con pequeños ensayos clínicos de corta duración. Así, resulta increíble que los inhibidores de la recaptación de la serotonina no tengan más efecto que el placebo. Si nos "venden" prazac como agua bendita, agua bendita será el prazac, y beneficios dará, pero no más que el placebo. En las depresiones leves y moderadas los inhibidores no son mejores que el placebo, y cuando su efecto aumenta en los casos graves se debe sobre todo a la pérdida de eficacia del placebo.
Por supuesto, se pueden escribir resúmenes en las publicaciones que digan lo contrario que los datos y los resultados de los ensayos clínicos. Es decir, que la conclusión en el resumen (la frase clave, la que muchos médicos leen y la que se destaca) diga exactamente lo que no dicen los resultados. Así, resulta increíble que los estudios sobre la vacuna de la gripe den resultados pobres o nulos, pero sus resúmenes sean favorables a la misma. Son ensayos clínicos indecentes, otra forma de engaño.
Lo mismo se hace en la osteoporosis, enfermedad inventada donde la haya. Se mide con una técnica sin capacidad pronóstica y se trata con medicamentos que producen fracturas varias y hasta osteonecrosis de mandíbula. Si en un ensayo clínico no logra demostrarse el efecto beneficioso de los bifosfonatos, "por intención de tratar" (lo correcto), ni siquiera "por protocolo", se ajusta por edad, peso y altura hasta que la "p" sea significativa.
Pero nada más indecente que la propuesta del Primer Ministro del Reino Unido, Cameron, para facilitar la realización de ensayos clínicos. Se trata de localizar a los pacientes que pueden participar en los mismos, a partir de las bases de datos informatizadas. Con la mística habitual de la genética se pretende pasar por encima de la confidencialidad y de la confianza de los pacientes en sus médicos y en el sistema sanitario.
El colmo de los colmos en indecencia es convertir la captación de pacientes en fuente de ingresos que doble el sueldo (y más) de los profesionales. Se dice que en algunos ensayos clínicos, la captación del enfermo puede suponer para el médico 1.000 euros (y hasta 10.000, en casos especiales).
No estaría mal que el médico le dijera al paciente algo del estilo de "por favor, participe en este ensayo clínico, que al tiempo que ayuda a la ciencia me apoya para equilibrar mis ingresos y gastos mensuales". ¿No hay que declarar intereses? ¿No es ésta una importante y "pequeña cosa" en ética?
Por último, es increíble la suma de ensayos clínicos en determinados servicios hospitalarios, hasta dejar a los pacientes no participantes en minoría.
Los servicios de Oncología y de Reumatología, por citar sólo un ejemplo, deberían declarar el total de ensayos clínicos en que participan sus pacientes, y los ingresos e intereses que producen en los servicios y en los propios profesionales.
¿No es lo decente?
Juan Gérvas (jgervasc@meditex.es) es Médico general y promotor del Equipo CESCA (www.equipocesca.org)
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