4 de noviembre de 2011

Tú mismo


Dicen que Lucas escribió uno de los Evangelios, y dicen que Lucas fue médico, un médico sirio no judío. El Evangelio de Lucas está escrito en griego. En el Evangelio según Lucas consta que Jesús, el Cristo, fue rechazado por sus conciudadanos de Nazaret. Ya se sabe, no hay profeta en su tierra, como dijo Jesús y registró Lucas. En Portugal y en Brasil tienen otro dicho parecido: santo de casa no hace milagros. Se precisa una cierta distancia para ser profeta y santo. Quizá también para ser médico, sin que eso nos iguale ni a profetas ni a santos.

En el mismo Evangelio, capítulo (4) y versículo (23) Jesús dijo, según la traducción al latín, Medice, cura te ipsum, en español Médico, cúrate a ti mismo. Hay quien sugiere que habría que traducirlo por Sanador, sánate a ti mismo. Es sanador el que tiene en cuenta el conjunto de la persona, la visión holística y general, capaz de aplicar alguna forma de "calor" que mejore al enfermo, al que se enfría si no se cura y/o ayuda.

En cierto sentido seguimos aplicando calor como mejor forma de curación, por más que a veces sólo sea el de las máquinas de diagnóstico y terapéutica en movimiento, la energía que se pierde y degrada. Ya dice el Segundo Principio de la Termodinámica que la transformación de la energía se logra con pérdidas, y en Medicina a veces parece que damos calor sólo como efecto secundario. Negamos el calor de calidad, el calor necesario, al tiempo humano y científico, y cedemos sólo el calor que se perdería de todos modos, la energía degradada.

Es por consecuencia de la falta de empatía, del empeño en trabajar como máquinas, de la concepción mecanicista del paciente y de la enfermedad. Terminamos siendo robots. Robots insensibles. Robots sin corazón. Robots para teclear en el ordenador. Robots entrenados especialmente en el cumplimiento de aquello que está en las guías y protocolos, y por lo que nos pagan, por los indicadores ligados a premios. Los profesionales sanitarios terminamos siendo bloques de hielo, máquinas alimentadas por una falsa ciencia sostenida en la estadística, en eso que llaman Medicina Basada en la Evidencia, pero que es sólo una mala interpretación de la misma.

Necesitamos una distancia terapéutica para ser médicos, pero esa distancia no tiene nada que ver con negar calor humano y científico a los pacientes y a sus familiares.

Evidentemente, no deberíamos curarnos a nosotros mismos, por la falta de distancia.

Ponte en lugar del paciente

Médico cúrate a ti mismo puede y debe verse como una obligación en el sentido del conocimiento personal, de la introspección.

La frase sirve de llamada de atención para ejercer con prudencia, después de conocernos a nosotros mismos, después de examinar lo que sentimos y padecemos, después de valorar nuestras propias contradicciones y las limitaciones de nuestra ciencia y arte.

No hace falta ser diabético para seguir apropiadamente a los diabéticos. No hace falta ser calvo para atender como se debe a los calvos. No hace falta ser mujer para dar las respuestas médicas que las mujeres precisan. No hace falta ser bebé para entender el mundo del recién nacido. No hace falta ser esquizofrénico para saber responder adecuadamente a las necesidades de los pacientes esquizofrénicos. No hace falta ser viudo con cuatro hijos menores varones para comprender lo que eso significa.

El médico tiene capacidad de entender al paciente si es capaz de ponerse en su lugar. El médico puede ponerse en el lugar del que sufre si es capaz de imaginarse ese sufrimiento-padecer, y el impacto en la vida del paciente. La enfermedad cambia sutilmente el mundo del enfermo, en lo pequeño y en lo grande. No hace falta ser diabético, por supuesto, para atender apropiadamente al diabético. Pero es imposible atender como se debe al diabético si somos incapaces de imaginarnos lo que es su vida, y las consecuencias de su enfermar en la misma. Hay que hablar con, y escuchar al paciente diabético y a sus familiares, pues cada enfermo es un mundo. Hay que imaginárselo, también.

¿Cómo viviría yo el enfermar que llamamos diabetes? ¿Qué siente mi paciente en un banquete? ¿Cómo se enfrenta mi paciente al despertar con hipoglucemia, al desayuno y al empezar el día? ¿Qué mecanismos emplea mi paciente para recordar la medicación, y sus horas? ¿Qué fantasías y miedos pueblan el corazón de mi paciente? ¿Cómo se organiza en las vacaciones? ¿Cómo afecta a su sexualidad la enfermedad? ¿Qué piensa de los pronósticos que le damos? ¿Qué expectativas le traen a mi consulta? ¿Qué le preocupa más? ¿Qué historias evoca en su imaginación el padecer diabetes? ¿Qué esperaría yo de mi médico en esas circunstancias? Estas y mil preguntas más, necesarias para ofrecer una atención de calidad, nada tienen que ver con esos indicadores que se rellenan en vano, por ejemplo, sobre la exploración de pies en el diabético.

Para curar a los demás, hay que empezar por imaginárselos y, al tiempo, hablar con ellos.

Conócete a ti mismo

Conócete a tí mismo en un aforismo griego que estuvo inscrito en el templo de Apolo, en Delfos. Sirve para todos los que aspiran a comprender a los demás. No implica un conocimiento profundo de uno mismo, sino el suficiente para entender lo que hacen los otros.

Además, el conócete a ti mismo es una exigencia, pues tras la introspección, tras aprender sobre nuestros vicios, sesgos, limitaciones, creencias y absurdos, está el no pedir más a los demás de lo que nosotros mismos podemos dar.

Lo de conócete a ti mismo incluye el considerar lo que recomendamos hacer a los demás como si uno mismo lo fuera a hacer. Eso es clave para el médico. No basta con predicar para los demás, hay que ser piadoso y humano con uno mismo para serlo con los demás. No podemos pedir a los pacientes lo que nosotros no seríamos capaces de hacer si tuviéramos su enfermar. Las consideraciones éticas y la ponderación de los valores de los pacientes, son clave en el actuar médico.

Por mucho que se conozca el médico a sí mismo es imposible que sea su propio médico. Ni siquiera médico de su familia. Tampoco médico de sus amigos. El médico precisa distancia, imaginación y valoración para lograr esa ponderación, ese ponerse en lugar del otro y esa valoración con empatía. Aquel director del New England, gastroenterólogo, cuando se enfrentó a un cáncer de esófago escogió un buen médico y siguió sus consejos y recomendaciones.

Juan GérvasNuestros médicos políticos no han sido directores del New England, pero se bastan a sí mismo como médicos. Ellos mismos con sus mecanismos. Se declararon médicos, y por tanto sin necesidad de precisar atención médica de un colega de cabecera, los responsables de sanidad del PSOE, IU y PP, respectivamente José Martínez Olmos, Gaspar Llamazares y Mario Mingo.

En Nueva Zelanda es criterio positivo de evaluación del médico general tener un médico general, para sí y para su familia.

¿Se entiende por qué Nueva Zelanda está en las antípodas de España? No sólo en geografía, sino también en lógica, transparencia y más.

Juan Gérvas (jgervasc@meditex.es) es médico general y promotor del Equipo CESCA (www.equipocesca.org)

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